Estaba tomándome un Spapan (Spain+Japan=1 parte de fino nuestro vino más personal, 1 parte de sake, 3 partes de zumo de naranja, 20 segundos de agitado, creación de LHJC en pruebas) y leyendo el último libro que le regalé a mi padre: Las habas contadas de Luis Carandell (1929-2002). Lo he recuperado de casa de mi madre y ahora me acompañará de por vida. Pasar las páginas que pasó tu padre y tocar el papel es bonito. El libro es un viaje a la España de los años cincuenta, a la España que explica en parte el cutrerío de tantas cosas de este país. Este país que en los años ochenta ya nos vendían que estaba en el primer mundo. Nos vendían y mucha gente se lo creía que es peor. ¡No olvidemos a Luis Carandell! No olvidemos a Carlos Fisas, podemos olvidar a Fernando Vizcaíno-Casas...
En estas que dicen en la radio que se ha muerto Francisco Casavella (1963-2008) de un infarto. Ramón de España habla en su artículo de El Periódico de excesos (se intuye droga y alcohol) ¡La ostia, voy a pinchar a Peret!, pero si sólo tenía 45 años. Un modelo, un maestro, un hermano mayor inalcanzable. La trilogía de El día del Watusi es irregular pero impresionante (Los juegos feroces, Viento y joyas y El idioma imposible). Y Un enano español se suicida en Las Vegas también está muy bien. No leí El triunfo, que probablemente me interesaría ni Lo que sé de los vampiros (premio Nadal 2008 que no me atraía nada aunque todo el mundo dice que es obra maestra). Era el heredero de Juan Marsé en el rollo de describir la Barcelona marginal y canalla.
Recuerdo una entrevista en los años noventa en Lo+Plus con Máximo Pradera en la que contó que vivía sólo de escribir pero dejó claro que en ese momento concreto más bien vivía justo. Que empezó a leer en la mili, es decir, no fue un lector infantil o adolescente (esto va por los profesores y maestros que juzgan a sus alumnos como gilipollas cuando es imposible saber el potencial creativo de un ser humano hasta su muerte).
En un escrito de septiembre que titulé Quilmes ya dije que, lamentablemente, nunca un grupo de rock diría: "Gracias por venir Francisco Casavella". Pero su actitud vital era de rockero, mucho más que la de muchos rockeros ibéricos que son pura fachada.
Tampoco vendió su piel a Madrid. Todos sabemos que ser intelectual, catalán y hablar pestes de Cataluña está muy bien pagado en Madrid. Era el escritor de la Barcelona real que no es la del PSC ni la de Convergencia ni la de Ciutadans. En fin nos hemos quedado un poco más huérfanos.