J.G.Ballard (1930-2009)
El director del Festival DOC Barcelona y Juan Pablo Escobar.
Anoche cené una bandeja paisa en Arepa y Pan (Sant Antoni Maria Claret, 152). Una comida probablemente excesiva para antes de acostarte (fríjoles, arroz, carne, huevo frito, patacón, chorizo, arepa, tomate). Pero era necesaria esta cena para reflexionar después de ver el excelente documental de Nicolás Entel Pecados de mi padre.
Cuando llegué a la Filmoteca de Catalunya aquello era un auténtico caos. La expectación era enorme porque el interés del documental más el morbo de asistir a un posterior debate con el hijo de Pablo Escobar lo merecía. La proyección debía empezar a las 19.30 y entre el caos y problemas de sonido empezó a las 21.00 (cancelaron la sesión de las 22.00).
En Pecados de mi padre vemos al hijo de Pablo Escobar, Sebastián Marroquín (antiguamente conocido como Juan Pablo Escobar), narrar su vida. Su vida en Medellín con Pablo Escobar y su nueva vida en Buenos Aires. Una parte interesante del documental también son los encuentros de Sebastián Marroquín con los hijos de los políticos Rodrigo Lara Bonilla (ministro de Justicia asesinado en 1984 por Escobar) y Luis Carlos Galán (candidato a la presidencia y con toda seguridad futuro presidente asesinado en 1989 por Escobar).
La curiosidad del amor que tiene Juan Pablo Escobar por su padre y a la vez la consciencia de que éste era un monstruo hacen de este documental un bien preciado.
Juan Pablo Escobar es un gordito que transmite paz. Digamos que el tipo camina por la vida con miedo pero a la vez sin privarse de hacer todo lo que quiere hacer. Dice que el documental le ha servido para perder miedo. Es un tipo educado y razonable que, por tanto, no tiene respuesta para nada.
Alguien le preguntó si creía que había algo que justificara la actitud ante la vida de Pablo Escobar (hijo de un campesino y una maestra rural). Contó Juan Pablo que su padre le decía que se lavaba los dientes con sal y los sobacos con limones. Y es en este punto en el que veo que Juan Pablo Escobar nunca hubiera podido ser Pablo Escobar por mucho que él diga que era el camino más fácil. Como el hijo de Fidel Castro nunca podrá ser Fidel ni el hijo de Diego Armando Maradona podrá ser Maradona. Escobar, Castro o Maradona hay uno.
Estar viendo hablar a diez metros de mí al niño mimado de Pablo Escobar me produjo una extraña sensación que incluye escalofrío físico. Y entonces me acordé de la autobiografía de J. G. Ballard Milagros de vida. "En los años treinta los padres adoptaban una postura extraordinariamente distante respecto a sus hijos, y si se lo podían permitir, confiaban su bienestar a los criados, fueran cuales fuesen los posibles peligros. Mis padres habían nacido en la primera década del siglo XX, mucho antes de la aparición de los antibióticos y la preocupación sanitaria por los alimentos enriquecidos con vitaminas, el aire puro y el agua limpia. Para las familias de cualquier extracción social, la infancia estaba expuesta al riesgo de la enfermedad y la muerte prematura, y acentuaba la importancia de ser adulto, un logro por derecho propio. Los niños eran un apéndice de los padres, a medio camino entre los criados y un labrador obediente, y nunca se consideraban un indicativo sintomático de las salud de la familia ni el centro de su vida."
Nunca me lo había planteado así. Es decir, según Ballard que la vida familiar circule alrededor del neonato es por pura estadística. Nacen pocos y no mueren y los asociamos a lo bueno. El día que nos quedemos sin antibióticos y anticonceptivos y las mujeres empiecen a parir cuatro veces para que sobreviva uno cambiará nuestra relación con los infantes.
Pablo Escobar nació en el campo colombiano con una estadística de mortalidad infantil bastante alta probablemente tuvo una relación con sus padres que nada tiene que ver con la que transmitió a su hijo y su hija. De hecho, Pablo Escobar murió por la manía de llamar con el celular constantemente a su familia. La última conversación la tuvo con su hijo y la policía logró ubicarlo y matarlo en un tejado.
Sabido es que J.G.Ballard, que curiosamente enviudó muy joven en la Playa de San Juan de Alicante, tuvo una actitud muy cercana y amorosa hacia sus hijos. Por eso los hijos de J.G. Ballard no pueden escribir Crash, ni el hijo Pablo Escobar puede hacer volar por los aires un edificio y cargarse a cien personas, ni el hijo del Pelusa puede marcarle un gol a Inglaterra con la mano, ni el hijo de Fidel hacer la Revolución...
2 comentarios:
por suerte y por desgracia, los hijos no son los padres ...
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