lunes, 3 de mayo de 2010

Dry Martini (en Boadas)




Libro firmado por Javier Marías.

Boadas estaba repleto en Sant Jordi. Pero logré tomarme un Dry Martini mientras me fumaba un Dunhill Top Leaf. Un auténtico pelotazo. Consumir la vida placenteramente. Realmente me hacía falta. Llegué a Boadas escuchando “Tiempo al tiempo” de Fito Páez.
Una cosa muy extraña me está sucediendo. Peso diez kilos menos, he conseguido correr diez kilómetros en cuarenta y cinco minutos. Aparentemente me siento mejor que nunca y eso que he cumplido treinta y tres años. Y paralelamente a esta extraña circunstancia vital observo la vida desde la muerte. Paseo por grandes paseos y veo esos espacios enormes con grandes edificios sin mí. Sin mí para siempre. Será cosa de la edad o de otras circunstancias que ahora mismo no vienen al caso. Es hermoso ver como todo sigue igual sin ti. Nada se para. La gente corre de aquí para allá y tú lo observas y un día ya no lo puedes ver pero no importa. Mi insignificancia me produce felicidad.
Esa extraña obsesión mía por pasar desapercibido que en el fondo es lo más sencillo. Menos es más. Preferir lo pequeño a lo grande...Y no me refiero a mi pene que es normal y sino (mujeres del mundo): ¡Comprobadlo!
Y los edificios gigantes te miran y otro día ya no te miran porque ya te fuiste.

El otro día fue Sant Jordi. Y aproveché para que Javier Marías y Enrique Vila-Matas me firmaran sus respectivos libros. Estos dos autores son los que se salvaran de la quema del tiempo. Se salvarán porque Latinoamérica los salvará. Sino tiempo al tiempo. Yo salvaría a Juan José Millás pero Latinoamérica no parece dispuesta a hacer esta concesión por desgracia.
La cosa es que los vi muy viejos y como muertos vivos. Me parecía que observaban la vida desde la muerte, en su caso, por razones biológicas y creativas más justificadas que en el mío (simple mortal que observa pasar la vida).
En el año 93 o 94 yo hice una clasificación. Escritores viejos: Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente-Ballester. Escritores maduros: Manolo Vázquez-Montalbán, Juan Marsé. Escritores jóvenes: Enrique Vila-Matas, Javier Marías.
De la lista de viejos y maduros todos están muertos excepto Juan Marsé.
Los que yo denominaba jóvenes y, por cierto, en mi opinión guapos ahora los veo como viejos decrépitos.
En esos años yo compraba el Ajoblanco y me sentía un adolescente raro y especial, entre otras cosas por comprar el Ajoblanco de Pepe Ribas. Recuerdo que en 1992 Javier Marías publicó “Corazón tan blanco” que fue un zambombazo enorme. Y yo pensaba este tío es un triunfador guapo, seductor, joven y buen escritor. Seguro que se acuesta con cuantas mujeres desea. En 1993 Enrique Vila-Matas publicó “Hijos sin hijos”. Era un escritor minoritario pero prestigioso. Y yo también lo veía guapo, seductor, joven y buen escritor. Recuerdo observarle desde la distancia ese Sant Jordi y el tipo se fue antes de la hora porque no firmaba ni un libro.
La cuestión es que han pasado diecisiete o dieciocho años y mis dos ídolos de juventud ahora resulta que son los Cela, Delibes y Torrente-Ballester de los tiempos actuales. Sino lo veo no lo creo.
Me fui contento con mis dos libros firmados, paseando por calles que cualquier día no me verán pasear (puede pasar un mes o cincuenta años da igual). Melancolía, tristeza, pereza, belleza... ¿Primavera?

1 comentario:

Alcolea dijo...

Olvidas mencionar a José María Sanz, joven promesa de nuestra literatura urbana!

Gran artículo, "minúsculo"!