jueves, 18 de diciembre de 2008

MATE AMARGO











Era el tercer domingo de octubre de 2001 en Buenos Aires. Todas las niñas porteñas estaban con sus mamás (era el día de la madre)y pasé la tarde tomando cerveza carísima en Los 36 billares y el Café Tortoni (1 peso = 1 dólar). En las tiendas había carteles en los que ponía: "Se aceptan patacones" (creo que eran unos bonos de emergencia que sólo se usaban en la provincia de Buenos Aires). Muchas veces pienso que mi vida si Domingo Cavallo no hubiera existido hubiera sido otra (ministro de economía, el de la Ley de Convertibilidad, el que hizo que la vida en Argentina fuera prohibitiva para los extranjeros, una ficción y, en gran parte, provocador del corralito que ahora cumple siete años). Entonces me fui un rato al hotel Sportsman (Rivadavia 1425)y el recepcionista me ofreció un mate amargo, el pibe escuchaba a Los Abuelos de la Nada. Recuerdo Costumbres argentinas. Buenos Aires me decepcionaba. El problema era mío. Yo tenía unas expectativas exageradas, el Buenos Aires que yo quería ver había muerto, luego lo pude reflexionar. El de Borges joven, Bioy Casares, Sábato, Girondo, Pizarnik y tal. Creo que yo quería ver el Buenos Aires de los años cincuenta y, claro, la realidad decadente me impactó. Me tumbé un rato en la habitación. Más tarde salí a beber al bar Bukowski y a otro cuyo nombre no recuerdo. Y en ese bar ya estaba lo suficientemente borracho para soltar mi texto poético, bueno, el de Oliverio Girondo:
"No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!".
Obviamente, la chica a la que le solté el discurso no me hizo ni puto caso. ¡Y desde LHJC esto es todo!

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